viernes, 23 de enero de 2015

Cruel y maravilloso

Por Tomás Rodríguez
Gargano y Jorginho disputando un balón. (www.ilnapolista.it)

El Nápoli se vistió de anfitrión para los octavos de final de la Copa Italia ante un visitante que le hizo sufrir una lluvia de emociones donde la próxima instancia era toda una incertidumbre hasta que no se conocía hasta el último gol o una atajada.


A falta de presión del público, de un estadio a medio llenar y de más silencio que gritos, no se volvía tan complicado el disputar un partido que en los papeles se veía anticipado para los napolitanos, por lo que no habría tanta ansiedad. Sin embargo, el ambiente quería darle el brillo que se merecía el encuentro con una pizca de lluvia y frío.

Era un encuentro clásico. Ese en los que el barro ensucia los uniformes, en el que la iluminación tiende a descubrir las gotas que caen, donde solo un puñado de personas que asisten tienen la oportunidad de relatarlo y, además, donde el ticket no avisa que serán más de 90 minutos incluida la prórroga y los penaltis.

Esos tiros que despiertan los nervios tanto de arqueros como de aficionados se volverían en el punto de inflexión de la contienda esa noche en el Stadio San Paolo. Tanto así fue que a los dos minutos de partido el colombiano Zapata tras un centro recibía un pequeño agarrón de la zaga blanquinegra dentro del área pequeña y que el árbitro concedería como penalti. Primera oportunidad. El elegido para cobrar fue Mertens, pero el travesaño le rechazó y fallaban. Se salvaba el Udinese.

Las pasiones se encendieron en ambas partes después de esa ejecución errada. Los tifosi solo podían animar ya que la mecha estaba ardiendo. Sin embargo, así como se prendió se fue apagando salvo algunas ocasiones y juego constante por las bandas, donde Iván Strinić fue uno de los nombres que más sonó por el lado del Nápoli. Los bianconeri tuvieron la concentración de su defensa para evitar goles y dejar en cero la primera parte.

Dormido y despierto

Se dice que ya corría el minuto 57’ cuando los anfitriones se dejaron llevar por el sueño de la fría noche, mientras sonaba el caer del agua en el estadio. Los que estaban despiertos aprovecharon correr y combinarse tras un contraataque, quedaban solo dos defensas: uno quedó corriendo en una sola dirección y al otro no le alcanzó la pierna para evitar el pase fulminante. Restaba el arquero. Toquecito al palo izquierdo y gol. Thereau, francés, marcaba para la visita. Udinese 1-0 Nápoli.

Sí, todos recordaban ese penal fallado al principio del partido. Lo curioso es que a veces hay segundas oportunidades y parecidas a las primeras.

Zapata, dentro del área, esperaba un centro y solo se le pudo ver caer de forma dudosa. No sé sabía si fue por un jalón como en la primera parte o una zancadilla. Aunque dubitativa la jugada, el árbitro concedió un penal. Nuevo chance. Jorginho 65’ se decidía a cobrarlo, calló a los nervios y con un sutil toque al lado derecho dejó congelado al arquero que de rodillas y con las manos en la cabeza le preguntaba al césped el porqué de la situación.

Se iniciaba un nuevo partido y minutos después el suizo Widmer recibía la segunda amarilla en el partido que lo mandaba a las duchas. Parecía cruel lo que se avecinaba para la escuadra visitante, luego de un gol recibido también la expulsión y con solo diez jugadores.

La quinta maravilla

Jugadores del Nápoli felicitan a su arquero Andujar. (www.gazzetta.it)

Era el momento de comenzar la prórroga, ese largo instante donde se cuestiona la resistencia de un jugador tras correr 90 minutos por toda la cancha, o solo una pequeña en el caso de los arqueros. El Nápoli tenía el aluvión del tanto del empate mientras que al Udinese solo le faltaba jugar con frialdad y resistir.

Rafa Benítez debía conseguir la pronta calma para sus jugadores y solo le bastó nueve minutos para romper el temple de los visitantes. Tras un recorte y regate individual de Hamšík 99' logra conectar el balón con un potente disparo al poste derecho y así gritar con todas sus fuerzas la victoria hacia el banquillo. Los bianconeri no tenían ya nada que perder y  se lanzaron al ataque.

Los recursos extremos, los del tipo que resultan en el top ten al final de la semana, terminan siendo eficaces si se hacen con el contacto correcto del pie. No hubo más que pensar. Se lanzaron a buscar algo, a buscar el grito de supervivencia. Lo consiguieron, Kone lo consiguió, su remate de volea imposible para el arquero napolitano lo consiguió. Udinese 2-2 Nápoli. Fin de la prórroga y a penaltis.

El partido estaba vivo y ahora solo un gol o una atajada podrían definirlo. Scuffet y Andujar estaban preparados, duelo italiano-argentino en la arquería. Y así comenzó la serie de goles: De Guzman, Fernandes, Jorginho, Guilherme, Mesto, Kone, Hamsik, Danilo. Faltaban las dos últimas definiciones. Higuaín, con calma, remataba al arco y le dejaba la balanza de nervios a Allan por parte del Udinese.

Momento de hacer el gol o devolverse lleno de barro y mojado por la escalofriante lluvia que caía. Preparado. Remate seco, colocado, que con una mano logra atajar Andujar. Ganó el duelo el argentino. La visita debía volver con lo que pudo ser su pase a cuartos de final, estando tan cerca, pero a la vez, tan lejos gracias a un penal. A los napolitanos ahora les espera el Inter. Tan cruel y maravilloso a la vez. 

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